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Características físicas de los dinosaurios (página 2)




Enviado por fcuenca



Partes: 1, 2

2. Calentándose Y
Enfriándose

Cuando nosotros tenemos frío, podemos calentarnos
corriendo y saltando. Si hace calor, podemos
refrescarnos gracias al sudor. Pero los dinosaurios no
sudaban y no iban dado saltos. ¿Cómo regulaban la
temperatura de
su cuerpo?
Una de las formas de mantener el calor era comer. Los
saurópodos gigantes tenían inmensos
estómagos. Estaban comiendo todo el día, por lo que
su estómago estaba en uso constante. El trabajo de
digerir la comida generaba el calor que ayudaba a calentar el
dinosaurio. ¡En el estómago de un saurópodo
debía de haber mucho ruido!.
Además de mantener el calor digiriendo la comida, los
saurópodos se movían, igual que las personas. Pero,
a diferencia de nosotros, les resultaba fácil
sobrecalentarse. Si tenían que volver a refrescarse,
respiraban velozmente por sus enormes fosas nasales, lo que
ayudaba a enfriar la sangre.
Dos dinosaurios que vivieron en África en el
Cretácico tenían una manera muy hábil de
regular la temperatura de su cuerpo. El Spinosaurus y el
Ouranosaurus poseían velas de piel en el
lomo que les permitían calentar su sangre
rápidamente cuando se ponía al sol, y enfriarse
cuando la vela no recibía los rayos directamente. Algunos
paleontólogos creen que las placas del dorso de los
estegosaurios quizá ayudaran también a regular la
temperatura corporal del animal. Las placas se parecían
mucho a un panal de abejas; probablemente podían llenarse
con gran cantidad de sangre y vaciarse casi por completo.
Los expertos creen que cuando algunos dinosaurios se calentaban
demasiado, distribuían el calor por su cuerpo de una
manera muy parecida a como lo hacen las aves. Los
científicos consideran que los dinosaurios podrían
tener bolsas de aire para
absorber el calor o el frío.
Las iguanas de las Galápagos tienen una manera muy
hábil de refrescarse. Cuando hace demasiado calor, se
incorporan y proyectan una sombra que enfría la roca por
debajo de su cuerpo. Cuando vuelven a tumbarse, su vientre se
enfría en contacto con la roca. Estos envían la
sangre caliente del lomo hacia el vientre, donde pronto se
enfría.

3. El
Camuflaje

Nadie sabe de qué color eran los
dinosaurios. Sólo existen unos pocos fragmentos de piel
fosilizada, y su color se desvaneció hace millones de
años.
Sin duda, los dinosaurios se dedicarían más
tiempo a
ocultarse unos de otros que a luchar. Tenían que
confundirse bien con el terreno para evitar a un depredador o
acercarse a una presa sin ser vistos.
Probablemente, algunos dinosaurios tenían vivos colores, como
muchos animales
actuales. ¿Por qué? Hay varias razones de que fuera
así. En la naturaleza, los
colores vivos a menudo transmiten un mensaje como: "Formo parte
de tu rebaño", o "Aléjate, soy venenoso".
La piel de los dinosaurios quizá presentaba esquemas
acordes con su entorno. Así, los hadrosaurios pudieron ser
moteados, como los ciervos actuales, para reproducir los reflejos
de la luz solar sobre
las plantas de las
que se alimentaban. O acaso manchados, como los leopardos, o
rayados, como los tigres. Las crías de los animales
modernos, como los leopardos, o rayados, como los tigres. Las
crías de los animales modernos son a menudo distintas de
las que sus padres porque viven más cerca del suelo. Las
crías de jabalí tienen el pelaje rayado para
ocultarse en los bosques.
Como los camaleones actuales, algunos dinosaurios quizá
podían cambiar de color. Si su alimento se encontraba en
las tierras bajas pantanosas, pero también pasaban tiempo
en las tierras altas y arenosas, tal vez cambiaran de color para
adaptarse a ambos lugares. Los pequeños herbívoros
cambiarían de color para confundirse con las distintas
plantas de las que se alimentaban.
Si vivían en llanuras despejadas, algunos dinosaurios
quizá tuvieran colores y rayas que confundirían a
sus enemigos. Imagina lo difícil que debe ser para un
león concentrarse en una sola cebra de todo un
rebaño. Todas esas franjas son, en efecto, muy
desconcertantes. Algunos dinosaurios pudieron presentar manchas
por la misma razón.
En otros dinosaurios el dorso sería oscuro y el vientre,
claro, como muchos antílopes actuales. Esta diferencia de
tonos dificulta distinguir el cuerpo del animal a distancia.
Esta mezcla de colores claros y oscuros actúa como
camuflaje en distintos entornos. En una llanura, a pleno sol, un
depredador no podría ver el vientre blanco. En un bosque
con sombras, lo veía al huir la presa, pero no
percibiría su forma completa.
Es probable que las fantásticas crestas de los
hadrosaurios tuvieran todo tipo de colores. Quizá las
usaran como banderas vistosas para alertar a otros miembros del
rebaño. Los colores les ayudarían a destacar en los
bosques oscuros, así distinguirse mutuamente con
facilidad. Pero los depredadores también podían
distinguirlos.
¿Alguna vez te has preguntado por qué las avispas
tienen rayas amarillas y negras? En la naturaleza algunos colores
indican peligro, como en este caso. Avisan a los depredadores de
que ese animal es venenoso.
Los animales aprenden a asociar experiencias desagradables con
colores concretos: si alguna vez una avispa les ha picado, en el
futuro se alejarán de cualquier animal con los mismos
colores.
Quizá los dinosaurios tuvieran colores tan vivos como la
asombrosa rana arborícola sudamericana, que puede ser
amarilla y negra, roja y negra, toda morada o incluso verde, con
patas moradas y ojos y dedos rojos. Estos colores indican a los
depredadores que las ranas arborícolas son venenosas. Su
veneno es tan potente que puede paralizar un ave o un mono casi
al instante. Pero, en realidad, las mejores defensas de las ranas
son sus vivos colores. Los colores de peligro evitan a estos
animales ser atacados de entrada.
Algunos animales pueden presentar colores vivos o apagados
según las circunstancias. Las mariposas se comunican con
otros miembros de su especie gracias a sus vivos colores. Pero la
parte baja de una mariposa suele ser pardo mate. Cuando tiene que
ocultarse de un depredador, la mariposa da un salto mortal y se
queda inmóvil. Quizá los dinosaurios podían
hacer algo parecido. Los ceratópsidos, quizá
levantaban la placa ósea del cuello para indicar a los
miembros de la mandada dónde estaban, pero las ocultaban
rápidamente si veían acercarse a un enemigo.
Los pequeños dinosaurios indefensos, que no eran
peligrosos, quizá fingían serlo. Tal vez eran rojos
y negros o amarillos y
negros, los colores de una especie peligrosa. También
podían tener el mismo tamaño y forma que un
dinosaurio peligroso.
Existe una famosa historia de la
antigüedad sobre un lobo que se vistió de cordero
para mezclarse con un rebaño. Los científicos dicen
que algunos dinosaurios, como el carnívoro Troodon,
pudieron mezclarse con un rebaño de sus presas, como el
Orodromeus, porque su tamaño y colores eran muy
parecidos.

La Piel
La piel de los dinosaurios estaba bien adaptada para vivir sobre
tierra. Dura y
escamosa, permitía soportar la rudeza y los peligros de la
vida prehistórica.
Algunos de los más insignes buscadores de
fósiles han sido incapaces de encontrar pruebas de
cómo era la piel del dinosaurio. Esto se debe a que
resulta muy difícil que la piel se fosilice. A menudo la
piel se destruye antes de que tenga tiempo de fosilizarse. Cuando
muere un animal en libertad la
piel y la carne son las primeras partes del cuerpo que se
descomponen. Los carroñeros devoran sus restos antes de
que se complete la putrefacción. Sorprendentemente, se han
encontrado en Canadá impresiones de piel fosilizada de
hadrosaurios. Los expertos creen que los lugares secos en los que
vivían estos animales han contribuido a que, tras su
muerte, la
piel se volviera muy rápidamente dura y correosa. La arena
iba cubriendo los cuerpos muertos y se conservaba la piel del
hadrosaurio.
La piel del dinosaurio era seca, no húmeda como la de los
tritones o las ranas. Como nuestra propia piel, les
protegía de la lluvia y la humedad. Estaba perfectamente
adaptada a una vida en clima seco, y le
protegía de posibles heridas. Los saurópodos
tenían la piel escamosa. Los dinosaurios podrían
desplazarse gracias a que las escamas estaban unidas por pliegues
a la piel. Los dinosaurios acorazados se fosilizaban con relativa
facilidad. Presentaban espinas y protuberancias como defensa. Los
cocodrilos actuales tienen prominencias similares. Algunos
reptiles actuales, como la lagartija, tienen escamas que se
solapan como las tejas de un tejado. Otros, como el monstruo de
Gila, tienen las escamas claramente unidas, como los azulejos de
un cuarto de baño. Los dinosaurios poseían ambos
tipos de piel, según fueran acorazadas o flexibles. Cuando
los artistas pintan dinosaurios, acostumbraban a representarlos
camuflados, pero nadie sabe de qué color eran. Algunos
reptiles actuales muestran colores brillantes. Esta
particularidad les ayuda a esconderse, atraer a la pareja. Los
dinosaurios seguramente tendrían la misma particularidad.
Los animales que se confunden muy bien con su entorno se dice que
están camuflados. Los soldados se tiznan la cara y llevan
ropas que imitan el ambiente que
les rodea para no destacar entre la maleza: de la misma manera la
piel de los dinosaurios probablemente presentaba dibujos y
colores para ayudarle a pasar inadvertido.

Las Caderas
Los dinosaurios se dividen en dos grupos
principales según la forma de sus caderas. Hasta hace unos
cien años, los científicos creían que todos
los dinosaurios eran más o menos iguales. Sin embargo, en
1.997, Harry Govier Seeley hizo un importante descubrimiento. Vio
que había dos tipos de dinosaurios que se diferenciaban
por la forma de sus caderas.

Las caderas de un grupo de
dinosaurios eran distintas a las del otro. Este descubrimiento
fue muy importante porque permitió a los
científicos distribuir los distintos tipos de dinosaurios
en dos tipos o suborden. Orden es el término que utilizan
los científicos para denominar un grupo específico
de animales.
Es muy importante que los científicos clasifican a los
animales en grupos diferentes para estudiarlos mejor. Los
animales modernos también se clasifican en grupos. Los
subórdenes que descubrió Seeley se conocen como
sauristiquios, que significa "caderas de lagarto" y Ornistiquios,
que significa "caderas de ave".
Los sauristiquios fueron llamados así porque sus caderas
eran similares a las de los lagartos. El hueso frontal, o pubis,
apuntaba hacia delante.
A los ornistiquios se les dio este nombre porque sus caderas se
parecían a las de las ves. El pubis apuntaba hacia
atrás.
Los dinosaurios pertenecientes a cada uno de estos órdenes
no se parecían; unos caminaban a cuatro patas y otros no.
Los que pertenecían al grupo con caderas de lagarto eran
carnívoros que andaban sobre dos patas o terópodos,
o enormes herbívoros que caminaban a cuatro patas, o
saurópodos.
Los dinosaurios con cadera de ave tenían un pico
córneo. Algunos avanzaban sobre dos patas y su
complexión ligera les permitía correr muy deprisa.
Otros eran mucho más pesados y caminaban a cuatro patas.
También presentaba otras diferencias con los dinosaurios
de caderas de lagarto. Los ornistiquios eran herbívoros.
Al final de la era de los dinosaurios, había más
ornistiquios que sauristiquios.

4. Muelles Y
Tendones

Para moverse, los dinosaurios necesitaban, además
de músculos, tendones que les proporcionaban más
elasticidad.
Todos los animales, incluyendo las personas, necesitan
elasticidad: esto es, la posibilidad de encogerse y estirarse.
Intenta poner en pie con las rodillas rígidas y
verás lo fácil que es para cualquiera derribarte de
un empujón. Pero si las doblas, tienen más
estabilidad. Los músculos y tendones de las piernas te
ayudan a doblar las rodillas y correr. Cuando más
elasticidad tengas, más rápido irás.
¿Qué es exactamente un tendón? Un
tendón es una cuerda fuerte, hecha de tejido, que une los
músculos al hueso. Los mamíferos almacenan lo que se conoce como
energía elástica en los largos tendones de sus
patas para correr y saltar.
Los dinosaurios rápidos y ágiles tenían
largos tendones en las patas que se extendían desde los
músculos de la pantorrilla, a través de las
articulaciones
del tobillo y hasta la punta de los pies. Cuando avanzaban a
saltos, sus tendones se extendían y contraían como
si estuvieran provistas de un muelle.
Incluso los grandes dinosaurios bípedos poseían
largos tendones en las patas para darles elasticidad. Pero los
saurópodos más lentos acumulaban la energía
elástica en gruesas almohadillas de tejido situadas en las
plantas de los pies, para levantar los tobillos durante la
carrera.
Los dinosaurios ornistiquios, como los tireóforos,
tenían otro tipo de tendón, de hueso, más
resistente. A lo largo de su dorso, estos dinosaurios contaban
con largas ristras de tendones óseos sujetos por los
extremos de tendones óseos sujetos por los extremos
mediante tendones de tejido. Los tendones óseos más
fuertes impedían que la espalda se hundiera por el
centro.
Los dinosaurios, como los paquicefalosaurios, tenían
tendones óseos en la espalda y la cola para protegerlos en
sus duelos a cabezazos. Sus fuertes tendones les evitaba sufrir
tirones si daba un salto repentino.
Los anquilosáuridos con porra en la cola tenían una
masa de tendones óseos en la base de la cola que reforzaba
el espinazo y mantenía rígida
aquélla.

Corazón Y Pulmones
Nadie sabe con seguridad
cómo eran el corazón y
los pulmones de un dinosaurio porque los órganos no se
fosilizan. Pero los científicos han reconstruido su
aspecto y funcionamiento.
Los saurópodos gigantes necesitaban un corazón muy
potente para hacer circular la sangre por su enorme cuerpo.
Algunos científicos creen ahora que estos grandes
saurópodos tuvieran más de un corazón para
impulsar la sangre a tanta distancia.
Imagina la fuerza que
debía de tener el corazón para bombear la sangre de
un extremo a otro del Brachiosaurus. Su cuello era realmente
largo. La cabeza se alzaba a más de siete metros por
encima del corazón, que tenía que haber sido muy
grande y musculoso para poder bombear
la sangre a tanta altura.
El corazón de los dinosaurios probablemente tenía
dos partes diferenciadas, como el de los humanos. Una bombea la
sangre hacia el cuerpo y otra hacia los pulmones. En estos
últimos la sangre capta oxígeno
y vuelve, una vez oxigenada, a la otra parte del corazón,
desde donde es enviada al resto del cuerpo. Las válvulas
del corazón son como puertas que se abren y se cierran en
una sola dirección.
Cuando respiramos, absorbemos oxígeno, que llega a
nuestros pulmones por unos tubos conocidos como bronquios. En
ellos se filtra el aire y se expulsan los gases de
desecho. Para inspirar y espirar, tenemos que usar los
músculos del pecho y del estómago. Los expertos
creen que los dinosaurios respiraban de una manera muy parecida a
la nuestra. Saben el tamaño de los pulmones de un
dinosaurio observando las dimensiones de su caja torácica.
Cuanta más convexidad presenten las costillas, mayores
serán los pulmones.
Se han encontrado esqueletos de algunos dinosaurios con agujeros
en las vértebras. Los científicos creen que
contenían sacos aéreos. Las costillas los
comprimían, y se llenaban y se vaciaban como fuelles,
impulsando el aire de los pulmones dentro y fuera.
Aunque no podemos saber con seguridad a qué ritmo
latía el corazón de un dinosaurio, podemos
imaginarlo observando el corazón de otros animales.
Sabemos que en los animales pequeños late con más
rapidez que en los mayores. El corazón de una persona late unas
70 veces por minuto. Así, a un dinosaurio como el
Triceratops, que tenía el tamaño de un elefante,
quizá el corazón le latiera unas 30 veces por
minuto.

El Estómago
El estómago de los dinosaurios variaba según el
estilo de vida y sus hábitos alimentarios. En general, en
el estómago de los grandes herbívoros había
más actividad que en el de los carnívoros. Esto se
debe a que digerir vegetación dura es más
complicado que digerir carne.
Para muchos dinosaurios, la digestión empezaba en la boca,
al masticar. Esto también ocurre con los humanos. Los
dientes trituran la comida hasta convertirla en una pasta, y unos
juegos
digestivos especiales de la boca (la saliva) descomponen el
alimento, facilitando después la labor del
estómago.
Cuando el gigantesco Brachiosaurus tragaba, la comida
descendía por su esófago, el largo tubo que va de
la boca hasta el estómago. Los músculos del
esófago estrujaban la comida para hacerla avanzar, como
cuando se aprieta un tubo dentífrico.
Cuando el alimento llegaba al estómago, ya estaba medio
digerido por los jugos. Allí era convertido en una especia
de sopa por los movimientos ondulantes de los músculos.
Después pasaba a los intestinos. Después pasaba a
los intestinos, donde se absorbía el alimento que contiene
la comida. El resto se excretaba de la forma habitual.
Algunos dinosaurios no tenían dientes trituradores. Los
estegosaurios y anquilosaurios se alimentaban de plantas blandas,
arrancando pequeños bocados que no hacía falta
masticar. Su sistema digestivo
era muy largo porque esta comida se digiere muy lentamente.
Algunos saurópodos podían comer piñas de
pino enteras y alimentos
parecidos porque engullían gastrolitos (piedras
estomacales). Mientras que los músculos removían la
comida en el estómago, las piedras ayudaban a triturarla
hasta formar una pasta.
Los gigantescos saurópodos como el Brachiosaurus
tenían un enorme estómago e intestinos con muchos
compartimentos diferentes. Necesitaban todas estas cámaras
para la complicada tarea de digerir la comida. Desde el
estómago, el alimento pastoso recorría los
intestinos hasta llegar a un ciego u órgano en forma de
saco. Los microbios (seres vivos diminutos) del ciego
descomponían aún más la comida.
Algunos carnívoros no masticaban la comida. Los dientes
del Eustreptospondylus no eran trituradores, sino afilados como
cuchillas, y cortaban grandes pedazos de carne de la presa, que
se engullían enteros, pies la carne resulta más
fácil de digerir que las plantas.
Las vacas mastican dos veces la comida. Después de una
primera masticación, el alimento se digiere en la primera
parte del estómago (la panza); después es devuelto
a la boca del animal para que lo vuelva a masticar. Las vacas
mastican moviendo las mandíbulas de lado a lado: la
mandíbula superior va en una dirección y la
inferior en la opuesta. Quizá los ceratópsidos
comieran de forma similar.

5. Las
Colas

La mayoría de los dinosaurios usaban la cola para
defenderse de los depredadores. Al Diplodocus, por ejemplo, le
caracterizaba una cola muy larga, que usaba como látigo si
se veía amenazado por un enemigo. El Stegosaurus
tenía espinas en la cola que podían herir
gravemente a un dinosaurio agresivo, y la cola en forma de porra
del Euplocephalus también era un peligro para los
carnívoros. Sin embargo, éstos no necesitaban
emplear la cola para defenderse, puesto que contaban con garras y
dientes. Se servían de la cola para mantener el equilibro
mientras corrían.
Cerca del extremo de la cola, el Stegosaurus tenía dos
pares de grandes púas de hueso y con la punta muy aguzada.
Ésas eran sus armas, y las
usaba para defenderse de los depredadores al acecho. Si le
atacaban, el Stegosaurus golpeaba con la cola, y las púas
de clavaban profundamente en la carne de su enemigo.
El Iguanodon no tenía la cola en forma de porra ni
provista de espinas para defenderse. Su arma eran los afilados
espolones de los pulgares. Usaba la cola, de 4 metros de
longitud, para mantener el equilibrio
cuando se incorporaba y andaba sobre las patas traseras. Debido a
la potencia de su
cola, algunos expertos creen que el Iguanodon se apoyaba a veces
sobre ella, como los canguros actuales.
El Deinonychus, carnívoro temible, tampoco necesitaba
servirse de la cola: atacaba con sus grandes garras curvas. Usaba
la cola para mantener el equilibrio, y la mantenía tiesa y
paralela al suelo para correr. Se ponía rígida
mediante una especie de varillas óseas. Algunos
paleontólogos creen que el Deinonychus usaba la cola como
timón para maniobrar y esquivar los objetos durante la
carrera.
Ni siquiera los mayores dinosaurios estaban a salvo de las
agresiones. El Diplodocus era enorme, pero tenía que usar
la cola, tan larga como el resto de su cuerpo, como látigo
para defenderse de los depredadores carnívoros como el
Ceratosaurus. Un golpe certero con aquella cola tuvo que ser
terrible para un enemigo. La cola también servía al
Diplodocus para mantener el equilibrio cuando se incorporaba
sobre las patas traseras a fin de alcanzar las hojas más
altas de los árboles. La cola, que se iba adelgazando
hacia el extremo, constaba de 73 huesos.
La gran porra del extremo de la cola del Euplocephalus era de
hueso. Cuando este dinosaurio era atacado, empleaba los potentes
músculos de la cola para golpear a sus enemigos, a los que
podía fracturar los huesos de las extremidades. Esta porra
alcanzaba a veces un metro de ancho. Un mazazo con ella
equivalía a arrojarle a uno una nevera.
Aunque el Tyrannosaurus rex es uno de los dinosaurios más
temidos, aún no se han encontrado fósiles de todos
los huesos
del extremo de la cola, por lo que nadie conoce exactamente la
longitud que alcanzaba. Muchos científicos creen que la
cola era tan larga que la arrastraba al caminar. El Tyrannosaurus
rex sólo usaba la cola para mantener el
equilibrio.

 

 

 

Autor:

Fernando cuenca

Partes: 1, 2
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